
No puedes nacer a una nueva experiencia si no estás dispuesto a morir a la anterior. Si te empeñas en seguir siendo quien eras ¿cómo puedes nacer a lo que aún desconoces de ti mismo?
Dejarte morir a viejas relaciones, a amistades que ya no te convienen, a un trabajo que no te permite plasmar tu huella, esa aportación que solo tú puedes ofrecer desde tu diferencia. Morir a una relación que te daña, a ideas que te limitan, a experiencias que no te enriquecen, a actitudes que no te favorecen.
Hay personas que huyen de los cambios porque temen encontrar en ellos algo que sacuda sus vidas y las descoloque de los estrechos marcos en las que permanecen contenidas. Gente que vive toda su vida en la misma casa, en la misma ciudad, en el mismo trabajo que detesta, que continua con esa pareja con la que no es feliz, que se rodea solo de sus amigos de siempre, aunque ya no encuentren mucho más que decirse. Personas que perpetúan sus mismos pensamientos, que no abren ni un simple resquicio para que entre aire nuevo. Aferradas a lo que han sido, alimentan un pasado que constantemente activan para convertirlo en un simulado presente que, a su vez, lanzan hacia un futuro que desean inamovible, para que nada cambie, para no sentir miedo.
Ya ni siquiera se permiten soñar, porque hacerlo sería como enfrentarse al vértigo que produce el abismo que se abre cuando decides morir a aquello que ya no te conviene, cuando te atreves a abrir resquicios para descubrir nuevas formas de pensamiento, nuevos horizontes en los que desarrollar tu vida.
Al parapetarte detrás de tu miedo, te pierdes a ti mismo, porque nunca llegas a encontrar todo lo que late en el trasfondo de tu ser, aquella diferencia y unicidad que te distingue, y a la que no permites que se exprese en el mundo.
¡Gente que muere sin haber vivido!, sin haber conocido la emoción de la aventura, ni experimentado la alegría que amanece cuando superamos un miedo. Sin poder sentirse vivo en cada instante, enfrentando cada reto y descubriendo las increíbles capacidades que dormían dentro y que, al morir a lo viejo, se despliegan asombrándote y dando pie al amor y a la admiración hacia ti mismo. Buscamos admirar a aquellos con los que convivimos y nos olvidamos de admirarnos a nosotros mismos, pero solo podemos hacerlo cuando realmente desplegamos todo nuestro potencial y lo manifestamos en el mundo superando las pruebas, venciendo los obstáculos.
Arriesgarse, atravesar el mar de nuestros miedos para llegar a la nueva tierra, a esa nueva tierra que nos espera al otro lado de nuestra vida.
Dejarte morir a viejas relaciones, a amistades que ya no te convienen, a un trabajo que no te permite plasmar tu huella, esa aportación que solo tú puedes ofrecer desde tu diferencia. Morir a una relación que te daña, a ideas que te limitan, a experiencias que no te enriquecen, a actitudes que no te favorecen.
Hay personas que huyen de los cambios porque temen encontrar en ellos algo que sacuda sus vidas y las descoloque de los estrechos marcos en las que permanecen contenidas. Gente que vive toda su vida en la misma casa, en la misma ciudad, en el mismo trabajo que detesta, que continua con esa pareja con la que no es feliz, que se rodea solo de sus amigos de siempre, aunque ya no encuentren mucho más que decirse. Personas que perpetúan sus mismos pensamientos, que no abren ni un simple resquicio para que entre aire nuevo. Aferradas a lo que han sido, alimentan un pasado que constantemente activan para convertirlo en un simulado presente que, a su vez, lanzan hacia un futuro que desean inamovible, para que nada cambie, para no sentir miedo.
Ya ni siquiera se permiten soñar, porque hacerlo sería como enfrentarse al vértigo que produce el abismo que se abre cuando decides morir a aquello que ya no te conviene, cuando te atreves a abrir resquicios para descubrir nuevas formas de pensamiento, nuevos horizontes en los que desarrollar tu vida.
Al parapetarte detrás de tu miedo, te pierdes a ti mismo, porque nunca llegas a encontrar todo lo que late en el trasfondo de tu ser, aquella diferencia y unicidad que te distingue, y a la que no permites que se exprese en el mundo.
¡Gente que muere sin haber vivido!, sin haber conocido la emoción de la aventura, ni experimentado la alegría que amanece cuando superamos un miedo. Sin poder sentirse vivo en cada instante, enfrentando cada reto y descubriendo las increíbles capacidades que dormían dentro y que, al morir a lo viejo, se despliegan asombrándote y dando pie al amor y a la admiración hacia ti mismo. Buscamos admirar a aquellos con los que convivimos y nos olvidamos de admirarnos a nosotros mismos, pero solo podemos hacerlo cuando realmente desplegamos todo nuestro potencial y lo manifestamos en el mundo superando las pruebas, venciendo los obstáculos.
Arriesgarse, atravesar el mar de nuestros miedos para llegar a la nueva tierra, a esa nueva tierra que nos espera al otro lado de nuestra vida.