Hoy, noche de Reyes, sentada frente a un cálido y hogareño fuego, pienso en la magia. ¿Dónde se esconde y cómo encontrarla? Nuestro mundo materialista, que todo lo devora, intenta también desterrarla de nuestras vidas. Ya no ponemos los zapatos, ni dejamos turrón para los reyes, ni paja para los camellos. La superabundancia ha arrinconado de manera casi definitiva las ilusiones que proyectábamos sobre esa noche increíble en que muchos de nuestros deseos podrían ser cumplidos.
No sé si nos falta magia o si nos faltan deseos, tan llenos como estamos de todo. Tendríamos que recuperar la inocencia, la pureza de creer que todo es posible, que existe el misterio, lo inexpresado, lo mágico. Los niños de hoy, los niños de siempre necesitan guías que les lleven por los pasadizos del milagro. Que les acompañen en la vivencia de que existe un mundo más allá de la realidad acabada y estática; un universo en permanente transformación y cambio. Ellos están muy cercanos al espíritu que alienta la materia, y con la magia lo que se pone de manifiesto es la capacidad del espíritu de crear nuevas realidades, nuevas experiencias. Eliminar esto en la vida de los niños equivale a secarles el alma, que no puede entonces esponjarse en la vivencia de lo invisible, de lo eterno. Y es a partir de esta vivencia, de algo más allá de lo que nuestros ojos y sentidos materiales pueden percibir, como se abren más adelante nuestros sentidos espirituales, a través de los cuales podremos encontrar las respuestas a las preguntas esenciales de nuestra existencia.
Si creemos en la magia, si aún somos capaces de vibrar ante el misterio, ante el aliento que late en todo lo creado, entonces podremos transmitir a los niños este aire renovado lleno de pequeños milagros e infinitas posibilidades. Os animo a crear, junto a vuestros hijos, un universo de magia, donde lo invisible pueda entrar a formar parte de nuestro mundo.
No sé si nos falta magia o si nos faltan deseos, tan llenos como estamos de todo. Tendríamos que recuperar la inocencia, la pureza de creer que todo es posible, que existe el misterio, lo inexpresado, lo mágico. Los niños de hoy, los niños de siempre necesitan guías que les lleven por los pasadizos del milagro. Que les acompañen en la vivencia de que existe un mundo más allá de la realidad acabada y estática; un universo en permanente transformación y cambio. Ellos están muy cercanos al espíritu que alienta la materia, y con la magia lo que se pone de manifiesto es la capacidad del espíritu de crear nuevas realidades, nuevas experiencias. Eliminar esto en la vida de los niños equivale a secarles el alma, que no puede entonces esponjarse en la vivencia de lo invisible, de lo eterno. Y es a partir de esta vivencia, de algo más allá de lo que nuestros ojos y sentidos materiales pueden percibir, como se abren más adelante nuestros sentidos espirituales, a través de los cuales podremos encontrar las respuestas a las preguntas esenciales de nuestra existencia.
Si creemos en la magia, si aún somos capaces de vibrar ante el misterio, ante el aliento que late en todo lo creado, entonces podremos transmitir a los niños este aire renovado lleno de pequeños milagros e infinitas posibilidades. Os animo a crear, junto a vuestros hijos, un universo de magia, donde lo invisible pueda entrar a formar parte de nuestro mundo.