¿?
Paciente. Suena a pacer, como las vacas, no a gente que ya se ha removido de sus aposentos para dar el salto a una nueva forma de vida.
Cliente. Parece un simple intercambio comercial y no un compartir de ser a ser, de alma a alma.
Alumno. Es la que más se acerca, pero tiene ese toque de “alguien por encima de alguien” que no acaba de gustarme.
Desde mi punto de vista, un terapeuta (y para eso sí existe un nombre) es alguien que te acompaña, que te sirve de guía en ese maravilloso proceso que es el autodescubrimiento. Te ayuda a encontrarte con tus bloqueos, con los boicots que, inconscientemente, te provocas, y las heridas de tu alma que te impiden ser quien eres. Es la voz que te escucha y el oído que permite que tú también te hables y puedas escucharte en el silencio sagrado de tu propia reflexión interior.
El terapeuta es además un guía puesto que previamente recorrió los caminos por los que ahora transitas.

En cualquier caso, la persona que se decide por iniciar un proceso terapéutico es un valiente, porque está dispuesto a moverse de su zona de comodidad (que casi siempre resulta bastante incómoda), para ir en pos de lo desconocido (con el miedo que suele dar). Es un valiente porque está dispuesto a moverse, a cambiar, a adentrarse en el descubrimiento de sí mismo, a contemplar la vida, las relaciones y su propia historia desde otras perspectivas, sin duda más supervivientes.
Con todo, valiente es un nombre un poco raro. Parece de cuento de niños. Terapeutizado suena largo y difícil de pronunciar. Buscador…, encontrador…
Sean bienvenidas vuestras sugerencias. ¡Si es que alguien quiere hacerlas!